En el yoga es común experimentar cambio de emociones, llorar o reír sin saber por qué, durante la práctica con nuestro cuerpo. Esto suele ocurrir con frecuencia en la Paloma, una postura que tiene una fase final compleja y que requiere de una práctica avanzada. Sin embargo, hay muchas variantes para poder practicarla para principiantes e intermedios.
Lo primero en liberarse, al practicar la paloma, es la tensión almacenada en la zona de las caderas y la pelvis, pues no solamente estamos haciendo un estiramiento profundo a nivel anatómico, sino que movilizamos directamente antiguas tristezas, rabias, frustraciones y miedos que han quedado impresos en el cuerpo.
Los músculos y las articulaciones nos sirven como una especie de barrera o coraza para protegernos del sufrimiento, un dispositivo de nuestro cuerpo que nos permite depositar nuestro dolor inconsciente en forma de tensión y rigidez.
Durante la infancia, los niños expresan sus emociones espontáneamente, por eso sus cuerpos son ágiles y flexibles. Sin embargo, con la edad aprendemos a contener la risa y el llanto, a esconder el enojo y callar nuestros pensamientos. Entonces, es normal que la energía no fluya, que no se descargue y quede bloqueada en ciertas partes del cuerpo, frecuentemente en la zona de la cadera y pelvis. Y son las posturas de yoga las que permiten liberar esa energía y acercarnos más a nosotros mismos, al hacernos conscientes a través de nuestro propio cuerpo, el vehículo sagrado del alma.
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OEL NGATI KAMEIE
MI ALMA SALUDA A TU ALMA
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